Para aplastar al fascismo debe liquidarse al capitalismo

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Niños en campos de concentración. Foto: Sputnik News.

Los “Frentes Populares” por una parte, el fascismo por otra, son los últimos recursos políticos del imperialismo en la lucha contra la revolución proletaria. No obstante, desde el punto de vista histórico, ambos recursos no son sino una ficción… Sólo el derrumbe de la burguesía puede constituir una salida (Trotsky. “El Programa de Transición”, 1938).

En la actual era de capitalismo en decadencia, donde la crisis se profundiza día a día, y con ella la miseria de las mayorías trabajadoras, han surgido gobernantes reaccionarios como Trump en Estados Unidos y leyes represivas, como la Ley de Seguridad Interior en México, las cuales son calificadas por sus críticos como “fascistas”. Pero el llamar fascista  de manera simplista a cualquier represor o personaje retrógrado, del presidente, al gerente en turno o al profesor en el salón de clases, es producto de la ignorancia y de la estupidez pero, por otra parte, cuando ese adjetivo es lanzado por liberales y traidores contrarrevolucionarios como los stalinistas y anarquistas, su propósito es promover un programa político de colaboración de clases, y atar de pies y manos a la clase obrera a un sector “progresista” inexistente de la clase burguesa, de los explotadores. De esta manera desarman políticamente a los explotados, conduciéndolos a la derrota y la muerte. Los marxistas estudiamos la historia de manera científica y aprendemos de ella, y uno de los antecedentes de dichas derrotas las encontramos en la guerra civil española, cuando el frente popular compuesto por stalinistas, anarquistas y liberales burgueses con su consigna “primero ganar la guerra, y luego hacer la revolución”, llevaron al poder al fascismo del dictador Franco sobre los cadáveres de miles de obreros que luchaban por una verdadera revolución social. Actualmente, los falsos discursos radicales con sus reminiscencias decrépitas pueden verse en las manifestaciones contra la derecha en Estados Unidos (fight the right), en donde “socialistas” se unen con Demócratas, el otro partido del criminal imperialismo estadounidense, y en México, con el frente popular que se coloca a la cola de López Obrador, un demagogo defensor de la dictadura capitalista que se disfraza de amigo de los trabajadores.

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Manifestación de grupos racistas en Charlottesville, Virginia. Foto: Steve Helber/ AP.

Cuando los verdaderos grupos fascistas como el Ku Klux Klan en los Estados Unidos, o los grupos neonazis en México asoman el rostro, los liberales salen en defensa de su “libre expresión”, pero los revolucionarios trotskistas sabemos que si estos criminales llegan a conducir al Estado capitalista cometerán un genocidio contra las minorías étnicas, grupos sexualmente diversos, la clase obrera organizada, militantes revolucionarios, y toda persona que se atreva a cuestionarles, en palabras de Trotsky, “pasarán como un temible tanque sobre nuestros cráneos y espinazos”, por lo que debemos movilizar a la clase obrera para aplastarlos en su embrión, antes de que logren organizarse. Desde ahora deben formarse autodefensas obreras que sirvan del germen de un futuro Ejército Rojo, sostén de un Estado obrero.

¿Entonces qué es el fascismo?

Para comprender al fascismo debemos analizar sus bases sociales. Si bien el movimiento fascista surge en Italia en 1918, bajo la dirección del Benito Mussolini, fortalecido y llegado al poder después de la derrota de grandes luchas obreras, con poderes dictatoriales a partir de 1922, el término abarca también a los proyectos totalitarios que buscan perpetuar las relaciones de propiedad capitalistas, como el nazismo.

Las fuerzas de choque del fascismo tienen como principal componente a la pequeña burguesía (clase media) empobrecida por el gran capital, cuyo descontento y desesperación por perder todo lo que tienen en una  era de crisis perpetua, son conducidos por los dirigentes fascistas (demagogos a sueldo) en contra de la clase obrera, la única clase con la fuerza social para proporcionar una salida a la explotación, y en defensa del gran capital que los ha llevado a su miserable condición.

Por lo tanto, el fascismo surge del capitalismo en crisis terminal, como señaló Trotsky:

La burguesía ha conducido a su sociedad a la bancarrota completa. No es capaz de asegurar al pueblo, ni el pan ni La paz. Es precisamente por eso que no puede soportar el orden democrático por mucho tiempo más. Está constreñida a aplastar a los obreros con la ayuda de la violencia física. Pero no puede terminarse con el descontento de los obreros y campesinos mediante la policía únicamente. Enviar al ejército contra el pueblo, se hace pronto imposible: comienza a descomponerse y termina con el paso de una gran parte de los soldados al lado del pueblo. Por ello, el gran capital está obligado a crear bandas armadas particulares, especialmente entrenadas para atacar a los obreros, como ciertas razas de perros son entrenados para atacar a la presa. La función histórica del fascismo es la de aplastar a la clase obrera, destruir sus organizaciones, ahogar la libertad política, cuando los capitalistas ya se sienten incapaces de dirigir y dominar con ayuda de la maquinaria democrática (¿A dónde va Francia? 1934).

El fascismo es por lo tanto la reacción del capitalismo en decadencia que, sin máscaras democráticas, recurre a la violencia sin límites, cuando la policía y el ejército ya no son suficientes para sostener su orden, los capitalistas, ese pequeño grupo que actúa como un cáncer sobre la sociedad, y que absorbe para sí toda la riqueza, moviliza grupos de choque de pequeñoburgueses, lúmpenes y obreros desclasados en contra de la clase obrera organizada, aplastando sus sindicatos y partidos revolucionarios. Es el totalitarismo, como escribió Trotsky:

La victoria del fascismo conduce a que el capital financiero coja directamente en sus tenazas de acero todos los órganos e instrumentos de dominación, de dirección y de educación: el aparato del estado con el ejército, los municipios, las universidades, las escuelas, la prensa, las organizaciones sindicales, las cooperativas. Cuando el estado se vuelve fascista…se realiza el aplastamiento de las organizaciones obreras…se reduce al proletariado a un estado de apatía completa y se crea una red de instituciones que penetren profundamente en las masas, para obstaculizar toda cristalización independiente del proletariado (Trotsky. “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán” 1932).

La retórica de grupos seudo-radicales que únicamente atacan a los “fascistas” (y a veces a los imperialistas) sin luchar contra el capitalismo del cual surgen, debe ser despiadadamente combatida por crear ilusiones en la reforma del capitalismo. La clase obrera, a través de su partido revolucionario, debe mostrar la fortaleza y el liderazgo para crear una sociedad sin explotación ni opresión: el comunismo. No debe haber asomo de debilidad ni vacilaciones. Solamente así la pequeña burguesía seguirá a la clase obrera y dejará de servir a los intereses de los capitalistas.

El fascismo solamente  podrá ser aplastado con la revolución obrera y el derrocamiento del sistema capitalista. Es una lucha a muerte que debe ser conducida hasta la liquidación de la clase capitalista en el plano internacional, con una revolución socialista mundial. Esta es la tarea por la que luchamos en el Grupo Obrero Comunista. ¡Únete!